Respiras y yo...

Ayer por la noche tuve claro que debía hacer una entrada para dejar constancia de lo que sentí, no creo que se me vaya a olvidar, pero aún así me gustará leerlo dentro de un tiempo.

 

En mi casa el ritual de irse a dormir es muy distinto a como siempre me había imaginado. De hecho leí mucho estando embarazada para conseguir un ritual perfecto, es decir, me preparé a conciencia.

Los primeros meses fueron bien, dormían con nosotros en sus mini cunas en la habitación y cada vez que se despertaban, gracias a Dios lo hacían por turnos, pues yo estaba ahí para atenderles.

 

A los 6 meses decidimos cambiarlos a la cuna y a su habitación, más que nada porque el papi y yo nos echábamos de menos. Echábamos de menos dormirnos abrazados mientras veíamos la tele que teníamos justo enfrente de la cama, y que con ellos en el cuarto no podíamos encender. Aquí fue donde comenzaron las noches de paseillo, los intentos desesperados porque se volvieran a dormir a las 3 o 4 de la mañana. Noches difíciles en las que un peque despertaba al otro, acababan los 2 llorando y nosotros desesperados, de mal humor, hasta hablándonos mal debido al cansancio y sueño.

 

Un buen día me atreví a dejar a un lado lo que alguien entendió que era la noche perfecta y seguí mi propio instinto de madre. Desde ese día dormimos felices, los cuatro juntos y toda la noche. Ya hablé del colecho, y de lo que pienso al respecto, en otra entrada que podéis leer aquí.

Ayer como todas las noches desde que tomé esa sabia decisión, nos fuimos a dormir. Normalmente me voy yo con los 2, mientras el papi cena, se ducha y espera a que yo salga para salir un rato a la terraza a contarnos un poco nuestro día. Por turnos se suben encima mía, les cuento un cuento a cada uno, y a dormir.

 

Ayer le tocó a Claudia el segundo turno y estaba tan cansada que no le dio tiempo a bajarse de mis brazos, para empezar a decir todas las palabras que se sabe y contar del 1 al 10, como hace siempre. Ayer se quedo dormida en mis brazos. Notaba su respiración en mi cuello, cada vez más lenta y profunda, con sus ricillos haciéndome cosquillas en la nariz, y sus pies rozando mis rodillas. La abracé fuerte y di las gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de ser madre y poder sentir aquel amor incondicional y pleno que sentía. Al notar sus pies en mis rodillas y sin poder evitarlo, recordé como cuando llegamos a casa del hospital hace 21 mes, su cuerpecito cabía en la mano del papi y apenas medía 48 cm. Sentí orgullo por haber llegado hasta aquí, por haber sido capaz de seguir mis instintos de madre, por ser capaz de dejar a un lado los estereotipos y saber disfrutar de cada momento que me ofrece la vida.

 

Recordé una canción que escuchaba cuando estaba embarazada y que, si bien, entonces me emocionaba, ahora lo hace aún más, pues ya pasé por el parto, momento desde el que me siento más mujer (menos niña), segura de mi misma al 200%, y con una fuerza interior que nunca antes había sentido, asi que yo les habré dado la vida pero ellos han dado sentido a la mía.

Fuente: Youtube

 

 

Hasta mañana.

 

Mua ♥♥♥